El restaurador que desplastifique una carta plastificada, buen desplastificador será!

¿Qué hacer con el más preciado tesoro del archivo personal?
Doña Candela conservaba celosamente la carta que su recién fallecida madre [1] envió desde la cárcel, donde estuvo quince días recluída por haber participado en la huelga de tranvías de 1951, en Barcelona. Una letra conmovedora, personal y que refleja este episodio de la historia.
¿Cómo congelar en el tiempo este valioso manuscrito? Suerte que contamos con Internet para darnos grandes consejos. Plastificar [2] el documento se presentaba como la mejor opción: permitiría preservar aquel papelito frágil frente a desgarros, evitaría posibles ataques de hongos, manchas de huellas dactilares, de humedad… vamos ¡la solución ideal!
Pero los hados tenían reservado un grave contratiempo a la perdurabilidad de este legado familiar, pues la máquina plastificadora se atascó con el papel justo dentro. Salió de ella como un acordeón atrofiado, y no podía desplegarse bien porque algunos pliegues estaban soldados entre si, con quemaduras en las zonas más afectadas.

Máquina palstificadora dañando documento histórico

Izquierda: Simulación digital de cómo el papel debió entrar, y de cómo salió, de la laminadora. Derecha: Tal como la carta manuscrita salió, con los pliegues pegados entre si y pérdidas en la esquina inferior derecha del documento.

La señora Candela estaba horrorizada por aquel daño irreparable…. porque ¿era posible revertir estropicio tal? Yo tampoco lo tenía muy claro, siendo el primer encargo que recibía de esa índole, y todo un reto profesional.

Los plásticos

¿Qué sabemos los restauradores acerca de los plásticos? Los utilizamos en forma de Reemay®, Hollytex® y Tyvek® (el polietileno), Mylar® y Melinex® (polietileno tereftalato), Teflon™ y Gore-Tex® (politetrafluoroetileno o PTFE [3]), y con demasiada frecuencia, tenemos que lidiar con polipropileno biaxialmente orientado (BOPP), cloruro de polivinilo (PVC) o incluso acetato de celulosa, en la forma de las malditas cintas adhesivas

Tengo que reconocer que yo los metía a todos en el mismo saco, el de la tediosa química orgánica. La misma que nos brinda utilísimos recursos, a la vez que celos pringosos y otras sofisticaciones de la modernidad ¡pues no todos los plásticos son iguales!

Lo primero que hay que saber es que sólo hay dos tipos (hasta aquí, bien, ¿no?): los termoplásticos, que al fundirlos de nuevo se pueden deformar sin sufrir ninguna alteración química; y los termoestables, que una vez curtidos no pueden volver a fundirse sin sufrir daños físico-químicos.

Fundas para laminar documentos (plastificar) y el tereftalato de polietileno (PET)

La segunda cosa aprendida, y más alentadora aún para una restauradora-desplastificadora, es que las fundas para laminar están normalmente compuestas por polímeros sintéticos del primer tipo. Y con esto se vislumbraba la posibilidad de transformar el desastre en otra cosa diferente, preferiblemente mejor. Estos polímeros son (ojo que ahora la cosa se enrevesa un poco): poliéster, concretamente polietileno tereftalato (PET [4]); etilvinilacetato (EVA) y -ocasionalmente- polietileno (PE). Las fundas para laminar documentos son un producto ampliamente utilizado y comercializado, y por lo tanto existe una no menos vasta literatura al respecto, y que ha facilitado bastante este cometido [5].

El politereftalato de etileno es la parte más rígida, mientras que el etileno-vinil-acetato está en la parte interna de las fundas, por ser el más pegajoso (es también el plástico que forma la espuma (foam o «goma EVA») utilizada en rellenos de cajas de conservación.

Desplastificar lo plastificado

Pero no hay información alguna de cómo desplastificar un documento laminado, y aquí sí que ha hecho falta una búsqueda en profundidad, porque una cosa es la teoría, y otra la práctica. Fundir de nuevo calentando no era una buena idea, porque el punto de fusión del polietilentereftalato es de 260ºC, superando en casi 30 la temperatura de ignición de papel (233ºC).
La vía de los disolventes parecía más prometedora, visto que la literatura refiere varias posibilidades: ácido trifluoroacético (TFA), hexafluoroisopropanol (HFIP), nitrobenceno, dimetil sulfóxido (DMSO), tetracloroetano, fenol… entre otros.

Muestras de plástico extraídas de documento histórico plastificado

Izquierda: Por parejas, muestras de plástico extraídas del borde de la carta, antes (izquierda) y 24 horas después (centro) de ablandamiento en varios disolventes . Derecha: Test en el estadio final, con el plástico disuelto en el disolvente.

Las opciones se reducían significativamente si queríamos utilizar disolventes al alcance, que no acidificaran ni alcalinizaran la celulosa… y ¡que no borraran el texto!
El dimetil sulfóxido fue uno de los primeros que probamos, por su baja toxicidad. Se hicieron pruebas con pequeños recortes del borde plástico y -efectivamente- se conseguía que ambas capas se separaran. Pero al probar en la parte que tocaba al manuscrito la cosa se torcía: una finísima capa de papel, la más externa y portadora de texto, se quedaba irremediablemente pegada en el plástico, logrando arrancar sólo un grueso de papel y dejando la letra y unas pocas fibras en el film laminado: un desastre. Y es que no podíamos menospreciar la posible presencia de polietileno, ni la muy probable de etilvinilacetato, que aunque que tuviera un grosor de unas pocas micras, hacía peligrar toda la operación. Después de varios ensayos dimos con la mezcla que funcionaba: sin quemar la carta, acidificarla ni alcalinizarla, y sin borrar ni dañar la tinta. La disolución se tenía que hacer en caliente (50-60ºC), con protección para gases tóxicos y mucha paciencia.

Eliminación de laminado plástico de la carta manuscrita

Eliminación de laminado plástico de la carta manuscrita

Una vez retirado el plástico, la carta se lavó en agua, se consolidó (pues algunas partes se habían quemado en la máquina) y se aplanó. Ya restaurada se guardó en una funda de Melinex® (sí, sí: de polietilentereftalato!), sin laminar ni pegar, está claro. Así si alguien volvía a tener malos pensamientos utilizaría aquella, que se puede poner y quitar fácilmente, y no las fundas para laminadora plástica.

Eliminación de plastificación de laminado plástico (después)

Izquierda: La carta después de retirar todo el tereftalato de polietileno. Derecha: la carta después de restaurar, habiendo quitado el plástico, limpia, consolidada y aplanada. Está guardada en una funda de plástico (¡sin pegar!).

Laminación, entelado y plastificación vs encapsulados de conservación

El laminado es un tratamiento que consiste en adherir una capa de refuerzo a un soporte. El refuerzo puede ser de origen natural o sintético, y como está encolado, su reversibilidad es limitada [6]. Si laminamos con papel, lo llamamos laminación. Si laminamos con una tela (ya sea de origen natural o bien sintética, como puede ser un tejido no-tejido de Reemay®) entonces lo llamamos entelado (o forrado, especialmente en en restauración de pintura). Y si utilizamos un plástico no poroso, lo llamamos plastificación.
Resumen y conclusiones:

  • Laminación reversible (refuerzo transpirable + adhesivo reversible en agua) → ¡Sí! (si es, efectivamente, reversible).
  • Laminación poco reversible (refuerzo transpirable + adhesivo termofusible o reversible en disolvente) → Mmmh… Depende de si es imprescindible, y de si se hace bien.
  • Laminación plástica apenas reversible (refuerzo plástico no transpirable + adhesivo termofusible o reversibles en disolvente) → ¡Noooo!

Así mismo un encapsulado de conservación se puede hacer bien con soportes transpirables (papel, cartulina, Reemay®, Hollytex®); soportes no transpirables (Mylar®, Melinex®), e incluso tenemos encapsulados mixtos (no transpirable y transpirable: Mylar® + Reemay®, Mylar® + cartulina). El encapsulado es 100% reversible porque el documento está simplemente metido en el interior de la camisa, carpeta, funda o encapsulado.

La camisa de conservación plástica no porosa es especialmente útil como protección durante la manipulación para documentos significativamente dañados. Evita que la toquemos directamente y le aporta rigidez. Pero no podemos negligir el riesgo de condensación (y por consiguiente de infección microbiológica) en un entorno con variaciones de humedad relativa (HR) y temperatura. Por lo demás, los encapsulados de conservación sólo tienen ventajas [7].

Resumen y conclusiones:

  • Encapsulado con soporte transpirable → Sí! (y mejor si es de buena calidad).
  • Encapsulado con soporte mixto (transpirable + no transpirable) → (y mejor si es de buena calidad). Hay que tener en cuenta posibles cambios muy drásticos de HR y temperatura.
  • Encapsulado con soporte no transpirable → Mmmh… Sí como protección puntual para la manipulación/consulta. ¿Será un sistema de almacenaje definitivo? ¿Qué riesgo hay de que se sucedan condensaciones de humedad en el interior de la funda? Hay que considerar seriamente esta posibilidad, si va a haber cambios frecuentes de HR y temperatura.

Perjuicios del laminado plástico (plastificación)

Quizás no ha quedado claro: Laminación plástica por termofusión ¡jamás! en un documento de valor. No sólo es harto compleja de retirar… desdibuja el texto cuando la superficie se raya, los pliegues y arrugas en el plástico son irreparables, aumenta el grosor del documento, compromete las posibilidades de digitalización, puede hacer que el papel se lamine en capas si los bordes del plástico se separan, modifica los colores, limita (o impide) las posibilidades de tratamientos de conservación más eficientes, así como una parte muy importante de análisis… Pero, sobretodo: desnaturaliza el tacto, aspecto y olor se este soporte milenario que es el papel. ¡Un sacrilegio!

Indicaciones y reflexión sobre tratamientos de laminación con plásticos

Mi recomendación es que no queramos matar moscas a cañonazos. Es preferible asumir la responsabilidad de tratar con cuidado la documentación llevando a cabo una serie de acciones sencillas a lo largo del tiempo, antes que pretender blindarla contra todo daño con una sola acción (y olvidarnos). Lo más sensato suele ser lo de toda la vida: guardar la carta en una carpeta, protegida con un papel o sobre de buena calidad, y -sobretodo- ser cuidadoso durante su manipulación. Como anti-ejemplo para la reflexión, el caso del fondo histórico de los Archivos Estatales de Carolina del Sur, que en los años 50 sufrió una laminación masiva en acetato de celulosa de sus más preciados documentos. Esta técnica está obsoleta porque estos documentos padecen un calamitoso proceso de degradación ácida, debido precisamente a esas laminaciones, y que se conoce también como el síndrome del vinagre (y ya podéis imaginar a qué huelen estos documentos)  [8].


Encuentro anual de SERCA, 2017

La información descrita en esta entrada se presentó de una forma más detallada en el encuentro anual del SERCA (Asociación de Conservadores de la Región Sur-Este) en Atlanta, Georgia (EE.UU.): Retos encontrados con adhesivos y tratamiento de manchas, el 3 de marzo de 2017, DOI: 10.13140/RG.2.2.36285.97763. Si quieres curiosear no dejes de mirar el álbum facebook!


Agradecimientos:

A Da. Candela por haber depositado en mi su confianza en un tema tan delicado.


Notas a pie de página:

[1] La autora del manuscrito es Da. Roma Albert Gras (1929-2014).

[2] O enmicar, he visto que en otros países als plastificado se le llama «enmicado», también.

[3] Purinton, N.; Filter, S.: Gore-Tex: Una introducción a los materiales y tratamientos (en inglés). Presentado en el 20º encuentro anual del AIC (American Institute for Conservation), junio de1992, en Buffalo, NY (EE.UU.).

[4] Curiosamente el polietilentereftalato (PET) no está dentro del grupo de los polietilenos (PE), sino en el de los poliésteres… ¡cosas de la nomenclatura! Data de 1941 y es la base del Mylar® y el Melinex®.

[5] Algunas referencias sobre las fundas para plastificar en particular:

Y sobre los plásticos en general, dentro del campo de la conservación del patrimonio:

[6] Dependerá no sólo del material de refuerzo y del adhesivo, sino de las características del objeto que estemos laminando: qué técnica, qué tipo de papel… He aquí algunos ejemplos de laminaciones hechas en el taller: en tela, papel japonés

[7] Incluso para el caso de documentos ácidos guardados en encapsulados no transpirables, no sólo porque no transmiten la acidez (si la tienen) a documentos vecinos, sino porque la propia acidez no acelera su envejecimiento más de lo que lo haría si no estuviera guardado en la funda no transpirable. Minter, W.; Baty, J.: El papel del encapsulado con film de poliéster -con y sin desacidificación previa- en la degradación de papel, estudiado con envejecimiento a largo plazo con bajas temperaturas (en inglés). Presentado en el 41º encuentro anual del AIC (American Institute for Conservation), en mayo-junio de 2013, en Indianapolis, Indiana (EE.UU.). Paper Conservator. Research and Technical Studies Postprints, 4, 186-239, 2013.

[8]  Referencias:

Deja un comentario

Filtra entrada por: