«Smart books» y terrorismo bibliográfico
Por desgracia no me hace falta remitirme a los lamentables ataques en Mosul para encontrar ejemplos de terrorismo patrimonial, pues algunos de ellos forman parte de mis vivencias profesionales como restauradora.
Los terroristas no siempre llevan mazos o explosivos, ni vienen de fuera, puede tratarse incluso de personas al cargo de colecciones a quiénes se les presupone un respeto por lo histórico. Los malhechores armados erradican patrimonio por reconocer en él algún valor que quieren exterminar, mientras que los otros ignoran la importancia de los tesoros de su propia cultura, y es esta ceguera la que los hace tan peligrosos.
Me refiero a la sustitución de encuadernaciones por otras nuevas que nada tienen que ver. Sobran ejemplos del arrancado de tapas originales de libros antiguos. Uno de los más sonados es el del IV duque de Uceda, que en el s.XVII se hizo re-encuadernar toda la colección (unos 14.000 volúmenes, entre los que encontramos manuscritos griegos de los s.IX-X) y que hoy se conservan en la Biblioteca Nacional. Se extirparon costuras, cierres, cabezadas, tapas… estructuras y componentes que nos hablan de la función para la que fue creado ese libro: cómo se leía, se guardaba, si se transportaba o no, quiénes eran sus usuarios, con qué finalidad se deseaba conservar ese texto… infinidad de detalles que nos remiten a tiempos perdidos, a los materiales que tenían a su alcance, la tecnología del momento, sus gustos estéticos y cómo integraban, o no, los conocimientos de culturas vecinas, inmigradas o emigrantes. Como los textos aljamiados (hebreos o moriscos) que se hacían al estilo peninsular en algunos aspectos, mientras que en su seno estructural conservaban su alma y corazón, judío o islámico.
Pero las re-encuadernaciones indiscriminadas ocurren aún hoy en archivos y bibliotecas del primer mundo, cuando se despoja a un libro antiguo de su vestimenta, porque se antoja ajada, inútil… o simplemente para que se vea homogénea al resto y bien “conservada”.
Y debo incluir entre los terroristas, aunque me pese, restauradores; por cuantas veces hayamos demostrado escasa capacidad para documentar –por lo menos– intervenciones de dudosa legitimidad. La nuestra es una disciplina muy joven, es evidente que todavía nos queda mucho por recorrer, y que nuestro código deontológico peca de inconcreto.
La historia de la encuadernación (y tantas otras) refiere mayoritariamente a la de los ejemplares más ricos y excepcionales, y no a los del pueblo llano. Aún hoy un investigador lo tiene crudo para estudiarlas, no sólo por la escasez de literatura, sino por la insustancialidad de los catálogos en este aspecto. Hay que ser muy optimista para irse a una biblioteca y solicitar libros con encuadernación de características determinadas, porque los descriptores refieren al contenido del volumen y raramente a su envoltura; y cuando lo hacen, suele ser de forma muy somera: encuadernación “en pergamino”, “rústica”, “de época”… Por ello los estudios existentes (¡que los hay muy buenos!) representan parcialmente el corpus de encuadernaciones supervivientes; por la dificultad de encontrar ejemplares, incluso en fondos teóricamente conocidos.
Pero no seamos catastrofistas. Os daré la versión más esperanzadora de esta batalla contra la mutilación patrimonial. Se ha celebrado recientemente el curso de estructuras del libro medieval. He asistido ávida de conocimiento, ansiosa por saber más de la maravilla tecnológica que son los libros de la edad media: Cada material tiene su razón de ser: la dureza de la madera protege libros pesados (de pergamino) o a los que se preveía una vida ajetreada, la ligereza de la piel envuelve los de papel; la flexibilidad del hilo articula el movimiento de lomos y hojas… Todos ellos tan inteligentemente combinados, para que ninguno interfiera en el otro, al contrario, creando formidables sinergias. En algunos casos el resultado es un libro que se abre de par en par quedando plano, sobre el que se puede escribir cómodamente. Pero también tenemos encuadernaciones para libros previamente escritos, que se abren arqueadamente… Cada una tiene sus peculiaridades, su belleza y su función. Todas ellas son dignas de ser estudiadas, pues son un compendio tecnológico, socio-cultural y artístico del momento y lugar en el que fueron creadas.
Siendo Arsenio Sánchez el maestro no tenía ninguna duda de que mis expectativas iban a quedar satisfechas, y así ha sido ¡por supuesto! Han sido tres días intensos de coser, serrar, lijar y componer libros. Está claro que para entender cómo es una cabezada, lo mejor es hacerla. Me he vuelto a casa con mis maquetas de libros medievales y unos apuntes repletos de notas…
El frenesí encuadernador ha sido tal, que no he podido reprimirme y en el mismo avión de vuelta terminé uno de los libros, ante los ojos atónitos de mi vecino. Por suerte era un tipo razonable y no avisó a seguridad cuando saqué mi aguja curva al puro estilo de Jack el destripador. También fueron muy comedidos en sus comentarios Sonsoles y Pere cuando me pillaron cosiendo un libro a las 7 de la mañana, antes del desayuno.
No nos hemos tenido que preocupar por los materiales, las herramientas, la comida… ni si quiera por el delantal ¡ni las fotos! Gracias a la excelente organización, de la mano de Aida Nunes, pudimos simplemente practicar hacendosos en un palacio renacentista, e incluso ver de cerca la excepcional colección de encuadernaciones medievales de Alcobaça, en la Biblioteca Nacional de Portugal… Esos libros dan para horas de observación y estudio, lástima de no tener más tiempo –pensé–. Pero es que al día siguiente Arsenio hizo una maqueta de una de las estructuras que vimos en Alcobaça!!! Regocijo de felicidad cuando me bajo las fotos que tomé de su ejemplar, desenmascarando su estructura con detalle…
Yo puedo pecar de vehemente, pero esta actividad bibliófila furibunda no ha sido sólo cosa mía… que muchos otros estaban en el curso aprovechando cada minuto. Lo que quiere decir que en las futuras generaciones habrá quién difunda el amor y respeto por nuestro patrimonio, el conocido, pero también el que está por conocer.
Y no lo digo sólo por aquellos con quien tuve el placer de compartir herramientas y risas, pues el curso ha sido un éxito tan grande que va a tener una segunda edición. Para los que quieran ir… advierto que puede ser adictivo ¡y provocar reacciones insospechadas!
Dedicado a Arsenio, referente, inspiración y maestro que comparte su sabiduría con generosidad. Esta entrada es sólo un eco lejano de lo que he aprendido junto a él.
Bibliografía:
- Nascimento, A. & Dias Diogo, A. Encadernação Portuguesa Medieval. Alcobaça. Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984.
- Szirmai, J. A. The archaeology of medieval bookbinding. Ashgate, 1999.
Y quizás queráis hacer una ojeada también a este enlace de Jaysen Ollerenshaw.
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«Smart books» y terrorismo bibliográfico
Por desgracia no me hace falta remitirme a los lamentables ataques en Mosul para encontrar ejemplos de terrorismo patrimonial, pues algunos de ellos forman parte de mis vivencias profesionales como restauradora.
Los terroristas no siempre llevan mazos o explosivos, ni vienen de fuera, puede tratarse incluso de personas al cargo de colecciones a quiénes se les presupone un respeto por lo histórico. Los malhechores armados erradican patrimonio por reconocer en él algún valor que quieren exterminar, mientras que los otros ignoran la importancia de los tesoros de su propia cultura, y es esta ceguera la que los hace tan peligrosos.
Me refiero a la sustitución de encuadernaciones por otras nuevas que nada tienen que ver. Sobran ejemplos del arrancado de tapas originales de libros antiguos. Uno de los más sonados es el del IV duque de Uceda, que en el s.XVII se hizo re-encuadernar toda la colección (unos 14.000 volúmenes, entre los que encontramos manuscritos griegos de los s.IX-X) y que hoy se conservan en la Biblioteca Nacional. Se extirparon costuras, cierres, cabezadas, tapas… estructuras y componentes que nos hablan de la función para la que fue creado ese libro: cómo se leía, se guardaba, si se transportaba o no, quiénes eran sus usuarios, con qué finalidad se deseaba conservar ese texto… infinidad de detalles que nos remiten a tiempos perdidos, a los materiales que tenían a su alcance, la tecnología del momento, sus gustos estéticos y cómo integraban, o no, los conocimientos de culturas vecinas, inmigradas o emigrantes. Como los textos aljamiados (hebreos o moriscos) que se hacían al estilo peninsular en algunos aspectos, mientras que en su seno estructural conservaban su alma y corazón, judío o islámico.
Pero las re-encuadernaciones indiscriminadas ocurren aún hoy en archivos y bibliotecas del primer mundo, cuando se despoja a un libro antiguo de su vestimenta, porque se antoja ajada, inútil… o simplemente para que se vea homogénea al resto y bien “conservada”.
Y debo incluir entre los terroristas, aunque me pese, restauradores; por cuantas veces hayamos demostrado escasa capacidad para documentar –por lo menos– intervenciones de dudosa legitimidad. La nuestra es una disciplina muy joven, es evidente que todavía nos queda mucho por recorrer, y que nuestro código deontológico peca de inconcreto.
La historia de la encuadernación (y tantas otras) refiere mayoritariamente a la de los ejemplares más ricos y excepcionales, y no a los del pueblo llano. Aún hoy un investigador lo tiene crudo para estudiarlas, no sólo por la escasez de literatura, sino por la insustancialidad de los catálogos en este aspecto. Hay que ser muy optimista para irse a una biblioteca y solicitar libros con encuadernación de características determinadas, porque los descriptores refieren al contenido del volumen y raramente a su envoltura; y cuando lo hacen, suele ser de forma muy somera: encuadernación “en pergamino”, “rústica”, “de época”… Por ello los estudios existentes (¡que los hay muy buenos!) representan parcialmente el corpus de encuadernaciones supervivientes; por la dificultad de encontrar ejemplares, incluso en fondos teóricamente conocidos.
Pero no seamos catastrofistas. Os daré la versión más esperanzadora de esta batalla contra la mutilación patrimonial. Se ha celebrado recientemente el curso de estructuras del libro medieval. He asistido ávida de conocimiento, ansiosa por saber más de la maravilla tecnológica que son los libros de la edad media: Cada material tiene su razón de ser: la dureza de la madera protege libros pesados (de pergamino) o a los que se preveía una vida ajetreada, la ligereza de la piel envuelve los de papel; la flexibilidad del hilo articula el movimiento de lomos y hojas… Todos ellos tan inteligentemente combinados, para que ninguno interfiera en el otro, al contrario, creando formidables sinergias. En algunos casos el resultado es un libro que se abre de par en par quedando plano, sobre el que se puede escribir cómodamente. Pero también tenemos encuadernaciones para libros previamente escritos, que se abren arqueadamente… Cada una tiene sus peculiaridades, su belleza y su función. Todas ellas son dignas de ser estudiadas, pues son un compendio tecnológico, socio-cultural y artístico del momento y lugar en el que fueron creadas.
Siendo Arsenio Sánchez el maestro no tenía ninguna duda de que mis expectativas iban a quedar satisfechas, y así ha sido ¡por supuesto! Han sido tres días intensos de coser, serrar, lijar y componer libros. Está claro que para entender cómo es una cabezada, lo mejor es hacerla. Me he vuelto a casa con mis maquetas de libros medievales y unos apuntes repletos de notas…
El frenesí encuadernador ha sido tal, que no he podido reprimirme y en el mismo avión de vuelta terminé uno de los libros, ante los ojos atónitos de mi vecino. Por suerte era un tipo razonable y no avisó a seguridad cuando saqué mi aguja curva al puro estilo de Jack el destripador. También fueron muy comedidos en sus comentarios Sonsoles y Pere cuando me pillaron cosiendo un libro a las 7 de la mañana, antes del desayuno.
No nos hemos tenido que preocupar por los materiales, las herramientas, la comida… ni si quiera por el delantal ¡ni las fotos! Gracias a la excelente organización, de la mano de Aida Nunes, pudimos simplemente practicar hacendosos en un palacio renacentista, e incluso ver de cerca la excepcional colección de encuadernaciones medievales de Alcobaça, en la Biblioteca Nacional de Portugal… Esos libros dan para horas de observación y estudio, lástima de no tener más tiempo –pensé–. Pero es que al día siguiente Arsenio hizo una maqueta de una de las estructuras que vimos en Alcobaça!!! Regocijo de felicidad cuando me bajo las fotos que tomé de su ejemplar, desenmascarando su estructura con detalle…
Yo puedo pecar de vehemente, pero esta actividad bibliófila furibunda no ha sido sólo cosa mía… que muchos otros estaban en el curso aprovechando cada minuto. Lo que quiere decir que en las futuras generaciones habrá quién difunda el amor y respeto por nuestro patrimonio, el conocido, pero también el que está por conocer.
Y no lo digo sólo por aquellos con quien tuve el placer de compartir herramientas y risas, pues el curso ha sido un éxito tan grande que va a tener una segunda edición. Para los que quieran ir… advierto que puede ser adictivo ¡y provocar reacciones insospechadas!
Dedicado a Arsenio, referente, inspiración y maestro que comparte su sabiduría con generosidad. Esta entrada es sólo un eco lejano de lo que he aprendido junto a él.
Bibliografía:
- Nascimento, A. & Dias Diogo, A. Encadernação Portuguesa Medieval. Alcobaça. Imprensa Nacional-Casa da Moeda, 1984.
- Szirmai, J. A. The archaeology of medieval bookbinding. Ashgate, 1999.
Y quizás queráis hacer una ojeada también a este enlace de Jaysen Ollerenshaw.