Restauración de «Los desastres de la Guerra» de Francisco Goya

Hay trabajos… y trabajos; y cuando el Sr. Goya llama a la puerta, en el taller le desplegamos la alfombra roja: ¡Pase, pase!

Primera edición, de 1863 (portada)La serie de grabados de Los desastres o estragos de la guerra, de Francisco Goya, llegó al taller enterita, con los 80 aguafuertes correspondientes a la primerísima edición, la de 1863 (en ediciones posteriores se añadirían dos más, haciendo un total de 82). La primera se editó más de cuarenta años después  de la época de la cual son testigos (1810-1820), y cuando Goya ya había fallecido (1828). Los grabados reflejan no sólo la crueldad de la guerra, sino sobretodo lo absurdo de la misma. La mirada crítica del pintor, que hace las veces de reportero de guerra, convierte esta obra en un documento histórico de primer orden (pensemos que la fotografía tardaría aún unos años en irrumpir): «Yo lo vi» (texto a pie del grabado número 44), «Y esto también» (en el siguiente, el 45). Una documentación sobrecogedora y a la vez de una calidad técnica y artística que mi humilidad me impide cualificar. Tener estas estampas entre las manos, poderlas admirar con calma, tocarlas, examinarlas… reafirma el sentimiento de privilegio de tener el oficio de restaurador.
Pero, dejemos las divagaciones, y al trapo: ¿Qué se le tiene que hacer a este libro? ¡¿Desmontarlo?! ¡¡¡Virgen santísima!!!

Sí: la serie venía encuadernada con la que parecía una encuadernación original, y se me pedía que lo desmontara…. El código deontológico no quería entrar ni con calzador a semejante propuesta, y el peor temor era que los grabados terminaran vendiéndose sueltos, desmembrando el ejemplar para siempre. Reconozco que aunque intenté persuadir al propietario de no hacerlo, la persuadida, al final, fui yo. «Se trata de desmontar la obra para exponerla, y montarla de nuevo en sus tapas originales, después», me dice. Bueno… es cierto que 80 grabados los pueden admirar varias personas a la vez con mínimos riesgos para las obras, mientras que un libro es, expositivamente, bastante más limitado. Y, al fin y al cabo, no podría considerarse exactamente un libro de artista, puesto que la encuadernación se podría calificar de meramente funcional (mantener el conjunto unido), ya que se editó póstumamente, sin una petición expresa del artista por recojer la colección en un libro, y menos aún en esa encuadernación en particular. Además, los libros se desmontan y vuelven montar a menudo para restaurarlos, ¡qué menos que aprovechar este lapso de tiempo para poder exponerlos y que todos podamos admirarlos!
Grabado 51 antes y después de restaurar.

Si se tiene que desmontar, pues que sea de la forma más cuidadosa posible, y que los grabados se puedan admirar en toda su dignidad, esplendor y mejor condición física. Mientras cavilo si terminaré en el infierno de los restauradores, o en su purgatorio, rodeada de bibliópatas, me concentro en hacer una restauración lo más conservadora posible, y a ver si así acorto la purga.
Tratamiento de manchas y consolidación.Mancha de blanqueo. Aplanado por tensión.

No sólo la belleza de los grabados ha hecho que este trabajo sea un placer, tenemos que admitir que nos ha dado poca «guerra». Porque la materia prima es noble, un buen papel de grabado, y porque han sufrido pocos daños con el tiempo. Tanto era así que los restauradores que trabajamos en ellos (Márk Somogyi y una servidora) no esperábamos un cambio significativo después de la limpieza, y, sorprendentemente la mejora ha sido notoria.
Limpieza húmeda y desacidificación.Desastres 52: No llegan a tiempo (detalle)
Durante la limpieza húmeda la celulosa se hincha, y la huella del grabado cobra vida, como si terminara de salir del tórculo: las líneas entintadas desgarran con intensidad renovada el papel, dándole este relieve tan característico de la calcografía. Mientras nos quedamos embobados con cada trama y cada detalle, el papel se seca lentamente, y la blancura crece y refleja la luz con más fuerza, haciendo que los negros parezcan más potentes… ¡Qué espectáculo! No dejéis de visitar al exposición para disfrutarlo en primera persona (galería Art Areté, Pasaje Antònia Font Caminal, Escaldes-Engordany, Andorra).

PD: Y los que queráis más detalles técnicos sobre la restauración, pinchad en cada una de las imágenes.

  Márk Somogyi injertando.


Nota de prensa en el diario de Andorra (catalán): Art Areté dedicarà una retrospectiva a Sixeart, patum de l’street art català

Bibliografía:

«Goya: cronista de todas las guerras. ‘Los desastres’ y la fotografía de guerra». BORDES, Juan; MATILLA, José Manuel; BALSELLS, Sandra. Ed.: Centro Atlántico de Arte Moderno. 2009, Las Palmas de Gran Canaria. ISBN: 978-84-92579-01-3 (libro en inglés y español).

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Restauración de «Los desastres de la Guerra» de Francisco Goya

Hay trabajos… y trabajos; y cuando el Sr. Goya llama a la puerta, en el taller le desplegamos la alfombra roja: ¡Pase, pase!

Primera edición, de 1863 (portada)La serie de grabados de Los desastres o estragos de la guerra, de Francisco Goya, llegó al taller enterita, con los 80 aguafuertes correspondientes a la primerísima edición, la de 1863 (en ediciones posteriores se añadirían dos más, haciendo un total de 82). La primera se editó más de cuarenta años después  de la época de la cual son testigos (1810-1820), y cuando Goya ya había fallecido (1828). Los grabados reflejan no sólo la crueldad de la guerra, sino sobretodo lo absurdo de la misma. La mirada crítica del pintor, que hace las veces de reportero de guerra, convierte esta obra en un documento histórico de primer orden (pensemos que la fotografía tardaría aún unos años en irrumpir): «Yo lo vi» (texto a pie del grabado número 44), «Y esto también» (en el siguiente, el 45). Una documentación sobrecogedora y a la vez de una calidad técnica y artística que mi humilidad me impide cualificar. Tener estas estampas entre las manos, poderlas admirar con calma, tocarlas, examinarlas… reafirma el sentimiento de privilegio de tener el oficio de restaurador.
Pero, dejemos las divagaciones, y al trapo: ¿Qué se le tiene que hacer a este libro? ¡¿Desmontarlo?! ¡¡¡Virgen santísima!!!

Sí: la serie venía encuadernada con la que parecía una encuadernación original, y se me pedía que lo desmontara…. El código deontológico no quería entrar ni con calzador a semejante propuesta, y el peor temor era que los grabados terminaran vendiéndose sueltos, desmembrando el ejemplar para siempre. Reconozco que aunque intenté persuadir al propietario de no hacerlo, la persuadida, al final, fui yo. «Se trata de desmontar la obra para exponerla, y montarla de nuevo en sus tapas originales, después», me dice. Bueno… es cierto que 80 grabados los pueden admirar varias personas a la vez con mínimos riesgos para las obras, mientras que un libro es, expositivamente, bastante más limitado. Y, al fin y al cabo, no podría considerarse exactamente un libro de artista, puesto que la encuadernación se podría calificar de meramente funcional (mantener el conjunto unido), ya que se editó póstumamente, sin una petición expresa del artista por recojer la colección en un libro, y menos aún en esa encuadernación en particular. Además, los libros se desmontan y vuelven montar a menudo para restaurarlos, ¡qué menos que aprovechar este lapso de tiempo para poder exponerlos y que todos podamos admirarlos!
Grabado 51 antes y después de restaurar.

Si se tiene que desmontar, pues que sea de la forma más cuidadosa posible, y que los grabados se puedan admirar en toda su dignidad, esplendor y mejor condición física. Mientras cavilo si terminaré en el infierno de los restauradores, o en su purgatorio, rodeada de bibliópatas, me concentro en hacer una restauración lo más conservadora posible, y a ver si así acorto la purga.
Tratamiento de manchas y consolidación.Mancha de blanqueo. Aplanado por tensión.

No sólo la belleza de los grabados ha hecho que este trabajo sea un placer, tenemos que admitir que nos ha dado poca «guerra». Porque la materia prima es noble, un buen papel de grabado, y porque han sufrido pocos daños con el tiempo. Tanto era así que los restauradores que trabajamos en ellos (Márk Somogyi y una servidora) no esperábamos un cambio significativo después de la limpieza, y, sorprendentemente la mejora ha sido notoria.
Limpieza húmeda y desacidificación.Desastres 52: No llegan a tiempo (detalle)
Durante la limpieza húmeda la celulosa se hincha, y la huella del grabado cobra vida, como si terminara de salir del tórculo: las líneas entintadas desgarran con intensidad renovada el papel, dándole este relieve tan característico de la calcografía. Mientras nos quedamos embobados con cada trama y cada detalle, el papel se seca lentamente, y la blancura crece y refleja la luz con más fuerza, haciendo que los negros parezcan más potentes… ¡Qué espectáculo! No dejéis de visitar al exposición para disfrutarlo en primera persona (galería Art Areté, Pasaje Antònia Font Caminal, Escaldes-Engordany, Andorra).

PD: Y los que queráis más detalles técnicos sobre la restauración, pinchad en cada una de las imágenes.

  Márk Somogyi injertando.


Nota de prensa en el diario de Andorra (catalán): Art Areté dedicarà una retrospectiva a Sixeart, patum de l’street art català

Bibliografía:

«Goya: cronista de todas las guerras. ‘Los desastres’ y la fotografía de guerra». BORDES, Juan; MATILLA, José Manuel; BALSELLS, Sandra. Ed.: Centro Atlántico de Arte Moderno. 2009, Las Palmas de Gran Canaria. ISBN: 978-84-92579-01-3 (libro en inglés y español).

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