Libro cerrado con llave, lo que encierra no se sabe
San Cucufato, San Cucufato,
con este pañuelo los huevos te ato,
y hasta que la llave no aparezca
¡no te los desato!
Ya podía encomendarme yo a San Antonio, o a San Cucufate, que la llave perdida no aparecía. Tampoco había forma de encontrar ninguna que abriera ese manuscrito del siglo XVIII.
Se hace difícil de imaginar que en 1766 la presión inmobiliaria fuera una preocupación para el ciudadano de a pie como lo es hoy, pero este es un buen ejemplo de que los tiempos no han cambiado tanto. La codiciada información del manuscrito es una relación de los constructores barceloneses del momento (“Llibre de las Ordinacions dels Fadrins Mestras de Cassas de la Present Ciutat de Barna. Llibre de cardensa[0] dels ioves mestre de casas de 1766″ ). Se guardaba en el más riguroso secreto, cerrándolo literalmente bajo llave por medio de una cerradura incrustada en la tapa trasera del libro (y su correspondiente cerradero, en la tapa de delante).
Ya fuera para profanar la valiosa información, o bien porque se perdió la llave, la tapa de delante se soltó en algún momento, pudiéndose abrir el libro sin el beneplácito de San Antonio, ni la llave.
A San Antonio de Padua nos encomendamos cuando queremos encontrar cosas perdidas, pero también es el patrón de los albañiles, arquitectos y constructores, por eso su estampa protegía y velaba por la cerradura, aunque no tanto por la encuadernación, que había quedado bastante maltrecha después de los maltratos sufridos para abrirla. Desde el punto de vista de hoy, parece bastante naïf que pensaran que una cerradura de hierro sería lo suficientemente efectiva, más que nada porque estaba incrustada en unas tapas hechas a base de un cartoncillo de nada (el papelón). Si al menos las hubieran hecho de madera…
Antes de la restauración: Guarda posterior con la estampa de San Antonio de Padua (patrón de los arquitectos, constructores y albañiles) cubriendo la cerradura. La cubierta está prácticamente suelta debido al peso de la cerradura de hierro. Ésta está insertada debajo de la estampa, y la herrumbre ha traspasado el papel (derecha).
Esta lista manuscrita de masones despierta muchas incógnitas: hojas arrancadas, una pintura amarilla sobre la guarda posterior[1] y otras; pero quiero ahora compartir las certezas, dándoos algunos detalles de su restauración, y más concretamente del tema clave: cómo desatascar la cerradura bloqueada.
Descripción de la encuadernación
El manuscrito estaba cosido sobre cinco nervios de piel, y éstos cosidos sobre las tapas. El estilo de la encuadernación se correspondía plenamente con las renacentistas: piel entera con nervios aparentes y lomo lleno, decoración rectangular gofrada con motivos florales (incluso en el lomo)[2], florones y broches en bronce… ¡y una cerradura dentro de la tapa! En cuanto a su estructura, el uso del papelón en lugar de la madera para la base de las tapas, es uno de los elementos que se distancia de las estructuras góticas, aunque por lo demás no es tan diferente[3].
Antes (imagen de arriba) y después de la restauración (debajo). El cierre con el cerradero en la tapa de detrás (izquierda) se ha desbloqueado y vuelto a poner en la tapa de delante (derecha).
La cerradura consistía en dos piezas: la caja insertada en la tapa trasera (izquierda de la foto), y que no era visible salvo por el ojo de la llave; y su correspondiente cerradero, que estaba clavado en la tapa de delante tal y como lo estaban los cierres. Pero esta segunda parte llegó ya suelta de la cubierta anterior donde debería haber estado, permaneciendo insertada dentro del cerrojo, en la tapa posterior. Los numerosos intentos de abrir el libro sin llave habrían provocado que la tapa de delante se terminara rompiendo, soltándose del libro. Y la de detrás estaba también bastante floja, debido al peso de la cerradura de hierro. Los componentes de hierro estaban completamente cubiertos de herrumbre, así como algunos puntos de la estampa de San Antonio (y capas subyacentes).
Propuesta de intervención
El objetivo principal era el de restaurar la funcionalidad de la cerradura, y resolver el hecho de que las tapas estaban totalmente sueltas, o casi. Aunque el daño estructural era muy grave, la piel estaba en bastante buen estado y por eso prevalecía la idea de no desmontar toda la encuadernación, preferiblemente a tener que quitar los elementos metálicos, la piel, etcétera.
El bloque de hojas estaba en condiciones aceptables, por eso la limpieza en seco fue la única intervención propuesta para las hojas, y que evitaba un desmontado total.
En cuanto a la estructura, se planteó el dilema de mantener el lomo lleno, o bien articularlo. Estaba en bastante buen estado, pero hacía falta prolongar los nervios rotos y ello implicaba hacer algunos cambios en el lomo, o incluso desengancharlo. Cada tapa tiene que sostener el peso de una pieza de hierro (y el resto de elementos metálicos), por lo que el enlace con las cubiertas tenía que ser suficientemente resistente, y al mismo tiempo no sobresalir en exceso.
Al fin se consideró que en este caso no era estrictamente necesario ni especialmente ventajoso cambiar la estructura de lomo lleno a lomo hueco, aunque parecía inevitable tener que levantar la piel del lomo para poder consolidar los nervios.
Una vez desencolado se le añadirían unos refuerzos entre-nervios, cuyas extensiones irían encoladas en las tapas. En áreas móviles (como el lomo) es más efectivo utilizar soluciones cosidas en contraposición a las encoladas[4], pero esta máxima sólo podría cumplirse parcialmente (cosiendo en lomo y pegando en tapa), por la naturaleza de las tapas y el estado de conservación de la encuadernación. Con todo y sopesando pros y contras, los beneficios de esta solución parcial se preveían mayores que los inconvenientes.
Unión | Original (sin romper) | Restaurada | Valor estructural |
Bloque de hojas. | Cosida sobre nervios (en rojo en la ilustración). | Cosida sobre nervios, y
Cosida en el enlomado. |
Muy fuerte. Los materiales añadidos no disminuyen su fuerza ni flexibilidad. |
Tapas – Hojas | Cosida: Nervios cosidos en las tapas (granate en la ilustración), y
encolada: por el enlomado de papel principalmente (azul claro en la ilustración, o véase dos fotografías más adelante), y secundariamente por las guardas (en verde en la ilustración). |
Encolada: Enlomado sintético (azul marino en la ilustración y visible en la fotografía siguiente), encolado en las tapas. | Una extensión del tejido no-tejido cosido en el lomo hace las veces de los nervios rotos. Es una unión más sólida que los cinco puntos de unión local que había para los nervios originales. El tejido sintético puede soportar el peso de las cubierta y es suficientemente flexible para permitir la manipulación sin perjuicio para el libro. |
En cuanto a la cerradura, y después de infructuosos intentos de desatascarlo o abrirlo con una llave, se pensó que al quitar la guarda que lo cubría se ampliaría el abanico de posibles soluciones.
Tratamiento de restauración: unión entre las tapas y las hojas
Se quitó la piel del lomo, y después se colocaron seis tiras de Reemay® entre-nervios, cosiendolas al bloque de hojas. Éstas sobresalían por las tapas unos 5 cm, siendo más anchas que el lomo. Las extensiones se encolaron en las tapas. Suelo hacer esto colocando el refuerzo dentro del cartón, abriendo una incisión por el lado del cajo (como una especie de «ranurado de tapas» o board slotting[5] manual); pero resultaba bastante difícil por tratarse de cartón de trapos, que tiene las fibras muy enredadas y no permite una separación por capas.
Por lo tanto encolé cuatro de los refuerzos de Reemay® sobre les tapas (entre la piel y el cartón), y los otros dos por la parte interna de las tapas, debajo de las guardas -que se habían quitado previamente-. Recuperar la estructura cosida de la unión tapas-hojas se consideró no factible si debía dejarse la piel de la encuadernación mayoritariamente intacta, y el refuerzo del encolado se prevé los suficientemente fuerte para aguantar el peso de las tapas con cerradura incluida.
Lomo después de quitarle la piel, y habiendo cosido seis tiras de tires de Reemay© entre los nervios, que estaban rotos. La extensión de la tira se encola en la tapa.
Cuando la estructura ya estuvo restituída, la piel del lomo se volvió a colocar en su sitio con adhesivo acrílico, y las partes perdidas del cajo se reintegraron con papel japonés, que se retocó con pinturas acrílicas.
Restauración de la cerradura
El San Antonio se quitó de la tapa de detrás con mimo, pero eso no sirvió para desenmarañar el mecanismo de la cerradura, que estaba bien protegido bajo una especie de caparazón con accesos muy pequeños.
Cubierta posterior (izquierda) después de quitar la estampa de San Antonio y otros papeles que había adheridos debajo (derecha). La cerradura estaba ostensiblemente oxidada, como ya se adivinaba en la estampa, y con una especie de celda interior compacta que impedía avistar su mecanismo interior. A la izquierda de la tapa podemos ver el refuerzo de papel (enlomado) que unía el lomo con las tapas.
La herrumbre se retiró mecánicamente, y se aplicó un lubricante dentro de esta celda con el final feliz que volvió a moverse de nuevo. En cualquier caso, la llave seguía estando perdida, y a pesar del avance no estaba claro que la cerradura funcionara normalmente, de forma que se colocó una pequeña tira plástica de Mylar® dentro, con tal de bloquear el movimiento del pestillo e impedir que cerrara de nuevo.
Todas las piezas metálicas se protegieron con Paraloid B-72 para prevenir ulterior oxidación. El cerradero se trató con una solución de ácido tánico[6], para después barnizarlo también.
Parte interna de la tapa posterior (por dentro), después de quitar la guarda. Izquierda: El cerradero está aún atascado dentro de la cerradura, y ambas partes están visiblemente oxidadas. Derecha: Cerradura y cerradero desatascados, después de retirar la herrumbre.
La tapa anterior estaba notablemente dañada allá donde había estado clavado el cerradero que terminó por arrancarse, así que se consolidó el cartón para clavar de nuevo el cerradero en su posición original.
Finalmente las guardas restauradas se engancharon a las contratapas, esperemos que con la bendición de San Antonio.
Notas a pie de página:
[0] “Llibre de las Ordinacions dels Fadrins Mestras de Cassas de la Present Ciutat de Barna. Llibre de cardensa dels ioves mestre de casas de 1766″ se traduciría algo así como «Libro de las ordenaciones de los mozos maestros de casas de la presente ciudad de Barcelona. Libro de cardencia de los jóvenes maestros de casas de 1766″. El historiador Feliu Novell nos aclara qué es un libro de «cardencia»:
En este caso la ortografía de la época nos ha jugado una mala pasada. En el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona encontramos esta palabras, aunque bajo otras formas. Si miramos la documentación del gremio de terciopeleros encontramos un libro de «cardensa» pero también «llibre antic de credensa» (libro antiguo de credencia). La palabra correcta en catalán es «credença» (credencia en castellano) del latín CREDENTIA, o sea, confianza.
La credencia es una mesita pequeña que hay al lado de los altares, donde se ponen los objetos necesarios para la misa. De hecho, originariamente era una mesita donde los hombres de confianza de los nobles probaban la comida para ver que no estuviera envenenada.
El «credencer» (credenciero) era el escriba de confianza encargado de llevar el libro de credencia de una confraria o de un gremio. O el credenciero del general, era el oficial de la Generalitat que otorgaba las autorizaciones de carga y descarga de las mercancías en el puerto.
Los libros de «credença» de los gremios eran los libros de matrícula (o registro) de la incorporación de aprendices, admisión como mozos y posterior acceso a la categoría de maestros de sus miembros.
Así que ya lo sabéis, la cosa va de confianza.
(Traducido del catalán por la autora de la entrada).
[1] No es la primera vez que he visto una pintura amarilla como esta. En otras ocasiones estaba por encima de la encuadernación, con aparente de falta de intención artística. La posibilidad de que fuera una pintura a base de azufre con el objetivo de desinfectar o prevenir ataques de insectos, parece bastante probable.
[2] Herrera Morillas, José Luis. Las encuadernaciones artísticas del siglo XVI en el Fondo Antiguo Digital de la Universidad de Sevilla. Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios. N°110, Julio-Diciembre 2015, pp. 56-103.
[3] El recorrido de la unión de los nervios con las tapas coincide con la estructura gótica descrita por Szirmai en la ilustración 9.33 ([b] y [B]) de la página 223: cada nervio está enlazado por medio de dos agujeros perpendiculares al cajo. J.A. Szirmai: The Archaeology of Medieval Bookbinding. Ed. Ashgate, 1999.
[4] Udina, Rita. “¿La unión hace la fuerza? Estudio de la consistencia de las estructuras de libros y propuestas de intervención”. Unicum núm. 14. Junio, 2015, ed. ESCRBCC. Páginas 63-86 y 199-210 (versión castellana). Pdf en línea.
[5] Zimmern, Friederike: Board Slotting: A Machine-Supported Book Conservation Method. AIC, The Book and Paper Group Annual. Volume 19 (2000). Consultado el uno de julio de 2018.
[6] Logan, Judy: “Tannic Acid Coating for Rusted Iron Artefacts“. Canadian Conservation Institute Notes, Series 9 (metals), part 5. 1989, Consultado el uno de julio de 2018.
Agradecimientos y dedicatoria:
- Biblioteca y archivo histórico del Colegio de Arquitectos de Cataluña (CoAC), que me han confiado la restauración de este libro tan especial, así como de muchos otros documentos preciosos.
- Jaume Xarrié, anticuario, constructor y antiguo propietario de mi taller. Dedicarle esta entrada no hace justicia al agradecimiento que le tengo por hacerme sentir siempre ayudada y protegida. El Sr. Xarrié siempre tiene la clave para solventar cualquier problema. ¡Muchas gracias!
- Neil Forrest, que me ha ayudado con la versión inglesa para que la entrada esté en un inglés como Dios manda.
- Feliu Novell, historiador, por su investigación acerca de los libros de credencia y sus tóxicos orígenes.
Publicación en el boletín de noticias del IIC:
Nos enorgullece explicaros que la entrada es una traducción del artículo publicado en el IIC News in Conservation (issue 67, august 2018, pp.11-13.) del International Institute for Conservation. Gracias También a Sharra Grow por hacerlo posible.
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Libro cerrado con llave, lo que encierra no se sabe
San Cucufato, San Cucufato,
con este pañuelo los huevos te ato,
y hasta que la llave no aparezca
¡no te los desato!
Ya podía encomendarme yo a San Antonio, o a San Cucufate, que la llave perdida no aparecía. Tampoco había forma de encontrar ninguna que abriera ese manuscrito del siglo XVIII.
Se hace difícil de imaginar que en 1766 la presión inmobiliaria fuera una preocupación para el ciudadano de a pie como lo es hoy, pero este es un buen ejemplo de que los tiempos no han cambiado tanto. La codiciada información del manuscrito es una relación de los constructores barceloneses del momento (“Llibre de las Ordinacions dels Fadrins Mestras de Cassas de la Present Ciutat de Barna. Llibre de cardensa[0] dels ioves mestre de casas de 1766″ ). Se guardaba en el más riguroso secreto, cerrándolo literalmente bajo llave por medio de una cerradura incrustada en la tapa trasera del libro (y su correspondiente cerradero, en la tapa de delante).
Ya fuera para profanar la valiosa información, o bien porque se perdió la llave, la tapa de delante se soltó en algún momento, pudiéndose abrir el libro sin el beneplácito de San Antonio, ni la llave.
A San Antonio de Padua nos encomendamos cuando queremos encontrar cosas perdidas, pero también es el patrón de los albañiles, arquitectos y constructores, por eso su estampa protegía y velaba por la cerradura, aunque no tanto por la encuadernación, que había quedado bastante maltrecha después de los maltratos sufridos para abrirla. Desde el punto de vista de hoy, parece bastante naïf que pensaran que una cerradura de hierro sería lo suficientemente efectiva, más que nada porque estaba incrustada en unas tapas hechas a base de un cartoncillo de nada (el papelón). Si al menos las hubieran hecho de madera…
Antes de la restauración: Guarda posterior con la estampa de San Antonio de Padua (patrón de los arquitectos, constructores y albañiles) cubriendo la cerradura. La cubierta está prácticamente suelta debido al peso de la cerradura de hierro. Ésta está insertada debajo de la estampa, y la herrumbre ha traspasado el papel (derecha).
Esta lista manuscrita de masones despierta muchas incógnitas: hojas arrancadas, una pintura amarilla sobre la guarda posterior[1] y otras; pero quiero ahora compartir las certezas, dándoos algunos detalles de su restauración, y más concretamente del tema clave: cómo desatascar la cerradura bloqueada.
Descripción de la encuadernación
El manuscrito estaba cosido sobre cinco nervios de piel, y éstos cosidos sobre las tapas. El estilo de la encuadernación se correspondía plenamente con las renacentistas: piel entera con nervios aparentes y lomo lleno, decoración rectangular gofrada con motivos florales (incluso en el lomo)[2], florones y broches en bronce… ¡y una cerradura dentro de la tapa! En cuanto a su estructura, el uso del papelón en lugar de la madera para la base de las tapas, es uno de los elementos que se distancia de las estructuras góticas, aunque por lo demás no es tan diferente[3].
Antes (imagen de arriba) y después de la restauración (debajo). El cierre con el cerradero en la tapa de detrás (izquierda) se ha desbloqueado y vuelto a poner en la tapa de delante (derecha).
La cerradura consistía en dos piezas: la caja insertada en la tapa trasera (izquierda de la foto), y que no era visible salvo por el ojo de la llave; y su correspondiente cerradero, que estaba clavado en la tapa de delante tal y como lo estaban los cierres. Pero esta segunda parte llegó ya suelta de la cubierta anterior donde debería haber estado, permaneciendo insertada dentro del cerrojo, en la tapa posterior. Los numerosos intentos de abrir el libro sin llave habrían provocado que la tapa de delante se terminara rompiendo, soltándose del libro. Y la de detrás estaba también bastante floja, debido al peso de la cerradura de hierro. Los componentes de hierro estaban completamente cubiertos de herrumbre, así como algunos puntos de la estampa de San Antonio (y capas subyacentes).
Propuesta de intervención
El objetivo principal era el de restaurar la funcionalidad de la cerradura, y resolver el hecho de que las tapas estaban totalmente sueltas, o casi. Aunque el daño estructural era muy grave, la piel estaba en bastante buen estado y por eso prevalecía la idea de no desmontar toda la encuadernación, preferiblemente a tener que quitar los elementos metálicos, la piel, etcétera.
El bloque de hojas estaba en condiciones aceptables, por eso la limpieza en seco fue la única intervención propuesta para las hojas, y que evitaba un desmontado total.
En cuanto a la estructura, se planteó el dilema de mantener el lomo lleno, o bien articularlo. Estaba en bastante buen estado, pero hacía falta prolongar los nervios rotos y ello implicaba hacer algunos cambios en el lomo, o incluso desengancharlo. Cada tapa tiene que sostener el peso de una pieza de hierro (y el resto de elementos metálicos), por lo que el enlace con las cubiertas tenía que ser suficientemente resistente, y al mismo tiempo no sobresalir en exceso.
Al fin se consideró que en este caso no era estrictamente necesario ni especialmente ventajoso cambiar la estructura de lomo lleno a lomo hueco, aunque parecía inevitable tener que levantar la piel del lomo para poder consolidar los nervios.
Una vez desencolado se le añadirían unos refuerzos entre-nervios, cuyas extensiones irían encoladas en las tapas. En áreas móviles (como el lomo) es más efectivo utilizar soluciones cosidas en contraposición a las encoladas[4], pero esta máxima sólo podría cumplirse parcialmente (cosiendo en lomo y pegando en tapa), por la naturaleza de las tapas y el estado de conservación de la encuadernación. Con todo y sopesando pros y contras, los beneficios de esta solución parcial se preveían mayores que los inconvenientes.
Unión | Original (sin romper) | Restaurada | Valor estructural |
Bloque de hojas. | Cosida sobre nervios (en rojo en la ilustración). | Cosida sobre nervios, y
Cosida en el enlomado. |
Muy fuerte. Los materiales añadidos no disminuyen su fuerza ni flexibilidad. |
Tapas – Hojas | Cosida: Nervios cosidos en las tapas (granate en la ilustración), y
encolada: por el enlomado de papel principalmente (azul claro en la ilustración, o véase dos fotografías más adelante), y secundariamente por las guardas (en verde en la ilustración). |
Encolada: Enlomado sintético (azul marino en la ilustración y visible en la fotografía siguiente), encolado en las tapas. | Una extensión del tejido no-tejido cosido en el lomo hace las veces de los nervios rotos. Es una unión más sólida que los cinco puntos de unión local que había para los nervios originales. El tejido sintético puede soportar el peso de las cubierta y es suficientemente flexible para permitir la manipulación sin perjuicio para el libro. |
En cuanto a la cerradura, y después de infructuosos intentos de desatascarlo o abrirlo con una llave, se pensó que al quitar la guarda que lo cubría se ampliaría el abanico de posibles soluciones.
Tratamiento de restauración: unión entre las tapas y las hojas
Se quitó la piel del lomo, y después se colocaron seis tiras de Reemay® entre-nervios, cosiendolas al bloque de hojas. Éstas sobresalían por las tapas unos 5 cm, siendo más anchas que el lomo. Las extensiones se encolaron en las tapas. Suelo hacer esto colocando el refuerzo dentro del cartón, abriendo una incisión por el lado del cajo (como una especie de «ranurado de tapas» o board slotting[5] manual); pero resultaba bastante difícil por tratarse de cartón de trapos, que tiene las fibras muy enredadas y no permite una separación por capas.
Por lo tanto encolé cuatro de los refuerzos de Reemay® sobre les tapas (entre la piel y el cartón), y los otros dos por la parte interna de las tapas, debajo de las guardas -que se habían quitado previamente-. Recuperar la estructura cosida de la unión tapas-hojas se consideró no factible si debía dejarse la piel de la encuadernación mayoritariamente intacta, y el refuerzo del encolado se prevé los suficientemente fuerte para aguantar el peso de las tapas con cerradura incluida.
Lomo después de quitarle la piel, y habiendo cosido seis tiras de tires de Reemay© entre los nervios, que estaban rotos. La extensión de la tira se encola en la tapa.
Cuando la estructura ya estuvo restituída, la piel del lomo se volvió a colocar en su sitio con adhesivo acrílico, y las partes perdidas del cajo se reintegraron con papel japonés, que se retocó con pinturas acrílicas.
Restauración de la cerradura
El San Antonio se quitó de la tapa de detrás con mimo, pero eso no sirvió para desenmarañar el mecanismo de la cerradura, que estaba bien protegido bajo una especie de caparazón con accesos muy pequeños.
Cubierta posterior (izquierda) después de quitar la estampa de San Antonio y otros papeles que había adheridos debajo (derecha). La cerradura estaba ostensiblemente oxidada, como ya se adivinaba en la estampa, y con una especie de celda interior compacta que impedía avistar su mecanismo interior. A la izquierda de la tapa podemos ver el refuerzo de papel (enlomado) que unía el lomo con las tapas.
La herrumbre se retiró mecánicamente, y se aplicó un lubricante dentro de esta celda con el final feliz que volvió a moverse de nuevo. En cualquier caso, la llave seguía estando perdida, y a pesar del avance no estaba claro que la cerradura funcionara normalmente, de forma que se colocó una pequeña tira plástica de Mylar® dentro, con tal de bloquear el movimiento del pestillo e impedir que cerrara de nuevo.
Todas las piezas metálicas se protegieron con Paraloid B-72 para prevenir ulterior oxidación. El cerradero se trató con una solución de ácido tánico[6], para después barnizarlo también.
Parte interna de la tapa posterior (por dentro), después de quitar la guarda. Izquierda: El cerradero está aún atascado dentro de la cerradura, y ambas partes están visiblemente oxidadas. Derecha: Cerradura y cerradero desatascados, después de retirar la herrumbre.
La tapa anterior estaba notablemente dañada allá donde había estado clavado el cerradero que terminó por arrancarse, así que se consolidó el cartón para clavar de nuevo el cerradero en su posición original.
Finalmente las guardas restauradas se engancharon a las contratapas, esperemos que con la bendición de San Antonio.
Notas a pie de página:
[0] “Llibre de las Ordinacions dels Fadrins Mestras de Cassas de la Present Ciutat de Barna. Llibre de cardensa dels ioves mestre de casas de 1766″ se traduciría algo así como «Libro de las ordenaciones de los mozos maestros de casas de la presente ciudad de Barcelona. Libro de cardencia de los jóvenes maestros de casas de 1766″. El historiador Feliu Novell nos aclara qué es un libro de «cardencia»:
En este caso la ortografía de la época nos ha jugado una mala pasada. En el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona encontramos esta palabras, aunque bajo otras formas. Si miramos la documentación del gremio de terciopeleros encontramos un libro de «cardensa» pero también «llibre antic de credensa» (libro antiguo de credencia). La palabra correcta en catalán es «credença» (credencia en castellano) del latín CREDENTIA, o sea, confianza.
La credencia es una mesita pequeña que hay al lado de los altares, donde se ponen los objetos necesarios para la misa. De hecho, originariamente era una mesita donde los hombres de confianza de los nobles probaban la comida para ver que no estuviera envenenada.
El «credencer» (credenciero) era el escriba de confianza encargado de llevar el libro de credencia de una confraria o de un gremio. O el credenciero del general, era el oficial de la Generalitat que otorgaba las autorizaciones de carga y descarga de las mercancías en el puerto.
Los libros de «credença» de los gremios eran los libros de matrícula (o registro) de la incorporación de aprendices, admisión como mozos y posterior acceso a la categoría de maestros de sus miembros.
Así que ya lo sabéis, la cosa va de confianza.
(Traducido del catalán por la autora de la entrada).
[1] No es la primera vez que he visto una pintura amarilla como esta. En otras ocasiones estaba por encima de la encuadernación, con aparente de falta de intención artística. La posibilidad de que fuera una pintura a base de azufre con el objetivo de desinfectar o prevenir ataques de insectos, parece bastante probable.
[2] Herrera Morillas, José Luis. Las encuadernaciones artísticas del siglo XVI en el Fondo Antiguo Digital de la Universidad de Sevilla. Boletín de la Asociación Andaluza de Bibliotecarios. N°110, Julio-Diciembre 2015, pp. 56-103.
[3] El recorrido de la unión de los nervios con las tapas coincide con la estructura gótica descrita por Szirmai en la ilustración 9.33 ([b] y [B]) de la página 223: cada nervio está enlazado por medio de dos agujeros perpendiculares al cajo. J.A. Szirmai: The Archaeology of Medieval Bookbinding. Ed. Ashgate, 1999.
[4] Udina, Rita. “¿La unión hace la fuerza? Estudio de la consistencia de las estructuras de libros y propuestas de intervención”. Unicum núm. 14. Junio, 2015, ed. ESCRBCC. Páginas 63-86 y 199-210 (versión castellana). Pdf en línea.
[5] Zimmern, Friederike: Board Slotting: A Machine-Supported Book Conservation Method. AIC, The Book and Paper Group Annual. Volume 19 (2000). Consultado el uno de julio de 2018.
[6] Logan, Judy: “Tannic Acid Coating for Rusted Iron Artefacts“. Canadian Conservation Institute Notes, Series 9 (metals), part 5. 1989, Consultado el uno de julio de 2018.
Agradecimientos y dedicatoria:
- Biblioteca y archivo histórico del Colegio de Arquitectos de Cataluña (CoAC), que me han confiado la restauración de este libro tan especial, así como de muchos otros documentos preciosos.
- Jaume Xarrié, anticuario, constructor y antiguo propietario de mi taller. Dedicarle esta entrada no hace justicia al agradecimiento que le tengo por hacerme sentir siempre ayudada y protegida. El Sr. Xarrié siempre tiene la clave para solventar cualquier problema. ¡Muchas gracias!
- Neil Forrest, que me ha ayudado con la versión inglesa para que la entrada esté en un inglés como Dios manda.
- Feliu Novell, historiador, por su investigación acerca de los libros de credencia y sus tóxicos orígenes.
Publicación en el boletín de noticias del IIC:
Nos enorgullece explicaros que la entrada es una traducción del artículo publicado en el IIC News in Conservation (issue 67, august 2018, pp.11-13.) del International Institute for Conservation. Gracias También a Sharra Grow por hacerlo posible.