Restauración de los bocetos Sorolla con técnicas orientales: Menos es (lo) más!
No lo podemos evitar: los restauradores somos unos apasionados de nuestra profesión.
Abordar la restauración de unos bocetos de Sorolla -enormes- pintados a gouache en un papel Kraft, es algo difícil de imaginar, así, de antemano. Por eso cuando un día comiendo Gemma nos explicaba los detalles de cómo estaban laminando los bocetos de las visiones de España, de Sorolla, no dejábamos de hacer más y más preguntas, hasta que nos dijo:
-Bueno, pues venid un día a verlo y ya está, así lo entenderéis perfectamente.
Y es que la restauración no se aprende leyendo, ni viendo YouTubes, por lo que Aida Nunes (coordinadora del Taller de Conservación y Restauración del Museo de Lisboa) desde Portugal, Javier Bueno-Vargas (profesor del Grado en Conservación y Restauración de la Universidad de Sevilla) desde Sevilla y una servidora, desde Barcelona, le tomamos la palabra y acordamos un día para ver en directo la consolidación de uno de ellos.
Más que ayudar, asistimos a una clase magistral, porque para nuestra llegada estaba ya todo tan preparadísimo y tan a punto que incluso pareció sencillo, pero es que ellos ya llevaban unos veinti-tantos bocetos restaurados, y lo hacían como si fuera lo más normal. Para el que teníamos previsto consolidar ese día ya habían hecho la parte más lenta y minuciosa (extracción de telas del reverso, limpieza, reparación de pequeños desgarros, etcétera). Aunque en realidad, seguro que lo que llevó más tiempo fue el estudio de las obras: examinarlas, [1] valorar todos los pros y contras y poder llegar al diagnóstico final de cómo debían de tratarse. Realmente, lo más difícil de todo, siempre es la toma de decisiones.
Pero nosotros no estuvimos en esa fase previa de incertidumbre y dolores de cabeza, nosotras fuimos sólo a los fuegos artificiales: la laminación, o sea, reforzar todo el papel kraft por detrás, con dos capas de papel japonés, adherido con engrudo (almidón de trigo) preparado según la técnica japonesa. Vamos, un festín en todos los sentidos, porque los bocetos de Sorolla representan la espontaneidad, la genialidad y la fase creativa en estado puro. Y para colmo podemos colaborar en su restauración, de la mano de lo mejorcito del taller de restauración del IVCR+I, una institución puntera de la restauración de papel, a la que la Hispanic Society of America acudió para la restauración de unas de sus más preciadas (y grandes) obras de arte en papel. Y no se equivocaron, pues la restauración comparte con los bocetos esta esencialidad, este carácter de lo mínimo necesario[2] con un efecto total. Y sin embargo la restauración ha sido un éxito porque detrás de ella ha habido una laboriosa y concienzuda planificación y estudio (imagino que la misma que haría Sorolla en su cabeza, antes de ponerse brocha en mano).
Así, muy resumido, la consolidación consistió en humectar la obra, que estaba boca abajo en una superfície de madera, e ir colocándole trozos washi (o sea papel japonés, pues todo se hizo al estilo Sōkō -japonés- con las hake, brochas, y demás técnicas que nos había enseñado Luis Crespo, de la Biblioteca Nacional de España). El papel de refuerzo rebasaba la obra unos centímetros por todos los márgenes, quedando estos bordes pegados en la tabla sobre la que trabajábamos, que hacía las veces de Karibari [3]
Estas tablas se habían preparado ad hoc, son de madera fenólica preparada con cera, y pueden utilizarse en lugar del Karibari (y por el gran formato de las obras, eran ideales).
Luego se dejaba secar la obra, que al ir encogiéndose naturalmente en este proceso, se tensionaba y alisaba, como en el aplanado por tensión.
Una vez la obra completamente seca y plana, se despegaron los bordes de la madera, liberando los dibujos, y se hicieron unos cortes en los bordes, como unos flecos. Fueron estas mismas bandas de papel japonés las que se encolaron en una doble superficie rígida, (de Thycore, un cartón acanalado libre de ácido), colocada detrás de cada boceto, y que daba cuerpo a la obra, permitiendo al mismo tiempo su transpiración.
Una solución super sencilla en su concepción, nada invasiva para con la obra, y de un resultado excelente.
Después de nuestra visita quedaba aún mucho más para dar la restauración por concluída: añadir unas bandas que cubrieran el blanco con un tono parecido a la obra, retocar lagunas (la reintegración la llevaron a cabo los restauradores de pintura del IVCR+I) y otros acabados.
Para mi, lo más bonito de la restauración, es que no se ve. No se nota «restaurado», no parece que haya pasado nada. Y precisamente por eso: porque las obras se muestran sin notas disonantes, conservando sus características originales, manteniendo los pedazos de papel pegados burdamente por Sorolla, la espontaneidad, la frescura del trazo, todo, precisamente por eso, es una restauración excelente y que satisface todos los objetivos: conservar, la mínima intervención, garantizar la perdurabilidad futura y sin embargo no limitar ulteriores tratamientos, y sobretodo, puesto que se trata de pinturas, que el resultado visual permita disfrutar de la obra, sin más.
Una restauración que debe su eficacia a su buen diagnóstico y planificación, a la sencillez de su diseño y a una ejecución impecable. Por eso es merecedera de mi reconocimiento, y espero del vuestro, por lo que os invito a que votéis por ella para el premio EU Prize for Cultural Heritage / Europa Nostra Awards 2018:
No me cansaré de agradecer a Gemma su generosidad en abrirnos las puertas del taller de restauración de papel del IVCR+I, mostrándonos un proceso de restauración tan complejo y de unas obras tan valiosas. Desde luego nos llevamos el mejor de los regalos: el haber podido aprender de su experiencia allí mismo.
Y para terminar, un video muy bonito donde podéis ver más detalles de estas magníficas obras y su restauración:
https://www.facebook.com/453644088177726/videos/858394387702692/
Agradecimientos:
Gemma Contreras Zamorano, directora del IVCR+I (CulturArts Generalitat, Subdirección de Conservación, Restauración e Investigación), y al equipo de restauradores de la sección de papel que se dejaron importunar un poco ese día para compartir sus conocimientos con restauradores de otros sitios: Ángel Calderón, Marisa Ferrando, Patricia Real y Gemma Contreras. Hay que decir que en la restauración de los bocetos, no sólo trabajaron los restauradores de papel, estuvieron también los restauradores de la sección de pintura, que hicieron las reintegraciones, los físicos, los fotógrafos y un largo etcétera.
Y, aunque no estuvo presencialmente allí, también le debemos mucho a Luis Crespo, restaurador de la Biblioteca Nacional, por enseñarnos estas técnicas tan sencillas y maravillosas importadas de Japón.
Y gracias por supuesto a Aida Nunes y a Javier Bueno-Vargas, por acompañarme en esta aventura.
Notas a pie de página:
[1] Y para los más curiosos, aquí os dejo el enlace un estudio que se hizo sobre la fluorescencia de rayos-X dispersiva en energía y microscopía electrónica de barrido y que han revelado la paleta de pigmentos de Sorolla. El estudio se ha llevado a cabo en colaboración entre el Instituto de Ciencia de los Materiales de la Universidad de Valencia (ICMUV) y CulturArts Generalitat, Subdirección de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+I): Characterization of Sorolla’s gouache pigments by means of spectroscopic techniques (C. Roldán, D. Juanes, L. Ferrazza y J. Carballo, publicado en Radiation Physics and Chemistry #119 (2016), pp. 253–263.).
[2] La famosa mínima intervención, un concepto que puede dar lugar a bastante discusión. Para mi siempre deberíamos hacer lo mínimo necesario, y no más. Lo que no quiere decir que no debamos hacer nada, ni tampoco que prioricemos remiendos locales a intervenciones en profundidad que solucionen mayores daños, simplemente quiere decir que no se hagan tratamientos innecesarios (siempre a mi entender).
[3] El Karibari, para los que no lo sepáis, es una estructura de madera de cedro similar a un biombo japonés. Es como una especie de bastidor cuadriculado, que está recubierto por delante y por detrás con varias capas de papel japonés dispuestas en un orden específico. Sería como un lienzo a dos caras, pero en lugar de tela, hay sendas capas de papel. Éstas van impregnadas en jugo de palosanto fermentado (kakishibu se llama el jugo, que viene de kaki, palosanto) que lo dota de una capacidad transpiratoria específica. Esta estructura se utiliza en Japón para reparar obras en papel o seda, y desde hace ya varios años estas técnicas orientales se han adoptado en occidente para ampliar el abanico de recursos en restauración.
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Restauración de los bocetos Sorolla con técnicas orientales: Menos es (lo) más!
No lo podemos evitar: los restauradores somos unos apasionados de nuestra profesión.
Abordar la restauración de unos bocetos de Sorolla -enormes- pintados a gouache en un papel Kraft, es algo difícil de imaginar, así, de antemano. Por eso cuando un día comiendo Gemma nos explicaba los detalles de cómo estaban laminando los bocetos de las visiones de España, de Sorolla, no dejábamos de hacer más y más preguntas, hasta que nos dijo:
-Bueno, pues venid un día a verlo y ya está, así lo entenderéis perfectamente.
Y es que la restauración no se aprende leyendo, ni viendo YouTubes, por lo que Aida Nunes (coordinadora del Taller de Conservación y Restauración del Museo de Lisboa) desde Portugal, Javier Bueno-Vargas (profesor del Grado en Conservación y Restauración de la Universidad de Sevilla) desde Sevilla y una servidora, desde Barcelona, le tomamos la palabra y acordamos un día para ver en directo la consolidación de uno de ellos.
Más que ayudar, asistimos a una clase magistral, porque para nuestra llegada estaba ya todo tan preparadísimo y tan a punto que incluso pareció sencillo, pero es que ellos ya llevaban unos veinti-tantos bocetos restaurados, y lo hacían como si fuera lo más normal. Para el que teníamos previsto consolidar ese día ya habían hecho la parte más lenta y minuciosa (extracción de telas del reverso, limpieza, reparación de pequeños desgarros, etcétera). Aunque en realidad, seguro que lo que llevó más tiempo fue el estudio de las obras: examinarlas, [1] valorar todos los pros y contras y poder llegar al diagnóstico final de cómo debían de tratarse. Realmente, lo más difícil de todo, siempre es la toma de decisiones.
Pero nosotros no estuvimos en esa fase previa de incertidumbre y dolores de cabeza, nosotras fuimos sólo a los fuegos artificiales: la laminación, o sea, reforzar todo el papel kraft por detrás, con dos capas de papel japonés, adherido con engrudo (almidón de trigo) preparado según la técnica japonesa. Vamos, un festín en todos los sentidos, porque los bocetos de Sorolla representan la espontaneidad, la genialidad y la fase creativa en estado puro. Y para colmo podemos colaborar en su restauración, de la mano de lo mejorcito del taller de restauración del IVCR+I, una institución puntera de la restauración de papel, a la que la Hispanic Society of America acudió para la restauración de unas de sus más preciadas (y grandes) obras de arte en papel. Y no se equivocaron, pues la restauración comparte con los bocetos esta esencialidad, este carácter de lo mínimo necesario[2] con un efecto total. Y sin embargo la restauración ha sido un éxito porque detrás de ella ha habido una laboriosa y concienzuda planificación y estudio (imagino que la misma que haría Sorolla en su cabeza, antes de ponerse brocha en mano).
Así, muy resumido, la consolidación consistió en humectar la obra, que estaba boca abajo en una superfície de madera, e ir colocándole trozos washi (o sea papel japonés, pues todo se hizo al estilo Sōkō -japonés- con las hake, brochas, y demás técnicas que nos había enseñado Luis Crespo, de la Biblioteca Nacional de España). El papel de refuerzo rebasaba la obra unos centímetros por todos los márgenes, quedando estos bordes pegados en la tabla sobre la que trabajábamos, que hacía las veces de Karibari [3]
Estas tablas se habían preparado ad hoc, son de madera fenólica preparada con cera, y pueden utilizarse en lugar del Karibari (y por el gran formato de las obras, eran ideales).
Luego se dejaba secar la obra, que al ir encogiéndose naturalmente en este proceso, se tensionaba y alisaba, como en el aplanado por tensión.
Una vez la obra completamente seca y plana, se despegaron los bordes de la madera, liberando los dibujos, y se hicieron unos cortes en los bordes, como unos flecos. Fueron estas mismas bandas de papel japonés las que se encolaron en una doble superficie rígida, (de Thycore, un cartón acanalado libre de ácido), colocada detrás de cada boceto, y que daba cuerpo a la obra, permitiendo al mismo tiempo su transpiración.
Una solución super sencilla en su concepción, nada invasiva para con la obra, y de un resultado excelente.
Después de nuestra visita quedaba aún mucho más para dar la restauración por concluída: añadir unas bandas que cubrieran el blanco con un tono parecido a la obra, retocar lagunas (la reintegración la llevaron a cabo los restauradores de pintura del IVCR+I) y otros acabados.
Para mi, lo más bonito de la restauración, es que no se ve. No se nota «restaurado», no parece que haya pasado nada. Y precisamente por eso: porque las obras se muestran sin notas disonantes, conservando sus características originales, manteniendo los pedazos de papel pegados burdamente por Sorolla, la espontaneidad, la frescura del trazo, todo, precisamente por eso, es una restauración excelente y que satisface todos los objetivos: conservar, la mínima intervención, garantizar la perdurabilidad futura y sin embargo no limitar ulteriores tratamientos, y sobretodo, puesto que se trata de pinturas, que el resultado visual permita disfrutar de la obra, sin más.
Una restauración que debe su eficacia a su buen diagnóstico y planificación, a la sencillez de su diseño y a una ejecución impecable. Por eso es merecedera de mi reconocimiento, y espero del vuestro, por lo que os invito a que votéis por ella para el premio EU Prize for Cultural Heritage / Europa Nostra Awards 2018:
No me cansaré de agradecer a Gemma su generosidad en abrirnos las puertas del taller de restauración de papel del IVCR+I, mostrándonos un proceso de restauración tan complejo y de unas obras tan valiosas. Desde luego nos llevamos el mejor de los regalos: el haber podido aprender de su experiencia allí mismo.
Y para terminar, un video muy bonito donde podéis ver más detalles de estas magníficas obras y su restauración:
https://www.facebook.com/453644088177726/videos/858394387702692/
Agradecimientos:
Gemma Contreras Zamorano, directora del IVCR+I (CulturArts Generalitat, Subdirección de Conservación, Restauración e Investigación), y al equipo de restauradores de la sección de papel que se dejaron importunar un poco ese día para compartir sus conocimientos con restauradores de otros sitios: Ángel Calderón, Marisa Ferrando, Patricia Real y Gemma Contreras. Hay que decir que en la restauración de los bocetos, no sólo trabajaron los restauradores de papel, estuvieron también los restauradores de la sección de pintura, que hicieron las reintegraciones, los físicos, los fotógrafos y un largo etcétera.
Y, aunque no estuvo presencialmente allí, también le debemos mucho a Luis Crespo, restaurador de la Biblioteca Nacional, por enseñarnos estas técnicas tan sencillas y maravillosas importadas de Japón.
Y gracias por supuesto a Aida Nunes y a Javier Bueno-Vargas, por acompañarme en esta aventura.
Notas a pie de página:
[1] Y para los más curiosos, aquí os dejo el enlace un estudio que se hizo sobre la fluorescencia de rayos-X dispersiva en energía y microscopía electrónica de barrido y que han revelado la paleta de pigmentos de Sorolla. El estudio se ha llevado a cabo en colaboración entre el Instituto de Ciencia de los Materiales de la Universidad de Valencia (ICMUV) y CulturArts Generalitat, Subdirección de Conservación, Restauración e Investigación (IVCR+I): Characterization of Sorolla’s gouache pigments by means of spectroscopic techniques (C. Roldán, D. Juanes, L. Ferrazza y J. Carballo, publicado en Radiation Physics and Chemistry #119 (2016), pp. 253–263.).
[2] La famosa mínima intervención, un concepto que puede dar lugar a bastante discusión. Para mi siempre deberíamos hacer lo mínimo necesario, y no más. Lo que no quiere decir que no debamos hacer nada, ni tampoco que prioricemos remiendos locales a intervenciones en profundidad que solucionen mayores daños, simplemente quiere decir que no se hagan tratamientos innecesarios (siempre a mi entender).
[3] El Karibari, para los que no lo sepáis, es una estructura de madera de cedro similar a un biombo japonés. Es como una especie de bastidor cuadriculado, que está recubierto por delante y por detrás con varias capas de papel japonés dispuestas en un orden específico. Sería como un lienzo a dos caras, pero en lugar de tela, hay sendas capas de papel. Éstas van impregnadas en jugo de palosanto fermentado (kakishibu se llama el jugo, que viene de kaki, palosanto) que lo dota de una capacidad transpiratoria específica. Esta estructura se utiliza en Japón para reparar obras en papel o seda, y desde hace ya varios años estas técnicas orientales se han adoptado en occidente para ampliar el abanico de recursos en restauración.